Cuando pensamos en agricultura, solemos imaginar herramientas, cultivos, mercados, subvenciones... Pero pocas veces pensamos en el tiempo, la energía y la organización que requiere cuidar de personas, animales, alimentos o del propio entorno. Y aún menos, en quién realiza todas esas tareas de forma cotidiana.
En el mundo rural, las tareas de cuidado —de hijos e hijas, de mayores, de personas dependientes, del hogar, del entorno— siguen recayendo mayoritariamente sobre las mujeres, lo que limita su tiempo disponible, sus oportunidades económicas, su participación social y su bienestar.

Conciliación: una palabra que pesa más en el campo

Hablar de conciliación en las zonas rurales es hablar de desigualdad territorial y de género a la vez. Mientras en entornos urbanos es más habitual encontrar escuelas infantiles, servicios de atención a la dependencia o transporte público, en los pueblos pequeños todo eso puede ser un lujo inaccesible.

Esto se traduce en una doble o triple carga para muchas mujeres agricultoras o rurales:
• Producen o colaboran en la explotación agraria.
• Gestionan el hogar y los cuidados familiares.
• Y muchas veces, también se implican en tareas comunitarias o de sostenibilidad local.
Sin reconocer ni redistribuir esta carga de cuidados, es muy difícil hablar de igualdad real en el campo.


¿Qué sabemos desde los estudios y políticas públicas?

• Según la Encuesta de Empleo del Tiempo (INE, 2021), las mujeres dedican el doble de tiempo diario que los hombres a tareas de cuidados no remunerados, especialmente en entornos rurales.

• El Informe sobre Igualdad en el Medio Rural (MAPA, 2020) reconoce que la falta de servicios públicos en los pueblos impide la conciliación, y es uno de los motivos por los que muchas mujeres abandonan el sector o no se incorporan.

Además, iniciativas europeas como SWIFT o FLIARA vinculan la igualdad de género con la sostenibilidad rural, señalando que la conciliación es clave para retener talento femenino joven en el campo y frenar el despoblamiento.

Para pensar colectivamente
Los cuidados no son un asunto privado: son la base que sostiene la vida, también en el campo. Reconocerlos, redistribuirlos y revalorizarlos es una tarea social, política y cultural.


Te proponemos debatir:
• ¿Crees que se valora suficientemente el trabajo de cuidados en el mundo rural?
• ¿Qué cambios (sociales, políticos o culturales) permitirían a mujeres y hombres compartir de forma más justa esas tareas?
• ¿Qué papel puede jugar la ciudadanía urbana —a través del consumo, la información o el apoyo institucional— en este tema?