La película acompaña a Antonio e Inma, padre e hija, agricultores en una huerta que se transforma, se resiste y, a veces, desaparece.

Un retrato del trabajo que no siempre se ve
Sin entrevistas ni narraciones en voz en off, Camagroga deja que hable el lenguaje del trabajo cotidiano: labrar, sembrar, regar, cosechar, hablar poco y hacer mucho. Nos muestra una agricultura que no aparece en los telediarios ni en los balances macroeconómicos, pero que sostiene culturas, paisajes, identidades.
Inma, la hija, representa a tantas mujeres rurales que han estado siempre en el campo pero pocas veces han sido visibilizadas como protagonistas. En su mirada, en su determinación y en sus gestos aprendidos de su padre, se lee la transmisión generacional, el deseo de continuar a pesar de todo.
Un paisaje que desaparece
La huerta valenciana, tan fotografiada y tan ignorada, aparece aquí no solo como escenario, sino como personaje en peligro. Mientras seguimos el ciclo de la chufa, presenciamos también el derribo del Forn de Barraca, símbolo de la historia agrícola del territorio. Es un momento silencioso y devastador: el cemento avanza mientras la cámara guarda la memoria.
¿Qué nos dice Camagroga hoy?
Este documental no es solo sobre una familia ni sobre un cultivo. Es una invitación a reflexionar como sociedad:
¿Qué papel tiene el campo en nuestras vidas, incluso para quienes vivimos en la ciudad?
¿Qué estamos perdiendo cuando desaparece una huerta, un horno, una manera de trabajar la tierra?
¿Quién cuida del paisaje agrícola? ¿Y qué cuidados necesita esa gente para poder seguir?
Te invitamos al debate:
¿Conoces historias similares en tu entorno que hayan desaparecido sin dejar rastro?
¿Qué papel juegan las mujeres en la continuidad del trabajo agrícola en tu territorio?
¿Qué podríamos hacer, como ciudadanía, para defender la huerta como parte del bien común?
Comparte tu reflexión en el foro. Todas las voces son bienvenidas: quienes cultivan, quienes consumen, quienes miran, quienes recuerdan.